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El cumplir, entrega 4, "La mirada"

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 Por Claudio Sprejer  En un atardecer de primavera, Josef, el joven soldado del vasto ejército ruso, regresó a su aldea natal en la Rusia central tras una licencia otorgada por los estragos de la guerra. El sol, envuelto en tonalidades doradas y naranjas, se despedía en el horizonte, pintando de ambarinos reflejos los campos que se extendían infinitos. Josef, recuperaba sus sueños de pianista, llevando consigo en su alma las notas de un piano Estonia. Aunque vestía el uniforme militar, sus manos ocupadas de mochilas y petates delataban el cuidado y la sensibilidad del músico. Cada paso hacia la aldea resonaba con la sinfonía de sus sueños, mientras la guerra y la música danzaban como en un combate en su interior. Durante su licencia, Josef buscaba respuestas y consuelo en la melódica tradición de su familia. Las melodías de su piano imaginario resonaban en su mente, entrelazándose con los recuerdos de la aldea cual pentagrama de su vida. La aldea, un tapiz de campos dorados que se exte

El cumplir, entrega 3, “El arco”

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 Por Claudio Sprejer En el corazón de Buenos Aires, el conventillo en donde vivía la familia de Josef cobraba vida en medio de calles polvorientas, algunas de ellas adoquinadas, y murmullos que evocaban la esencia de la época. El edificio de paredes desgastadas y balcones de hierro forjado se erigía con la majestuosidad desgastada de una era pasada, donde las voces de los inquilinos se entrelazaban en una sinfonía única. En este escenario, el patio del conventillo se convertía en el epicentro de las diferentes vidas familiares. Los colores desvaídos de las paredes se mezclaban con la luz de la tarde, creando una atmósfera que impregnaba cada rincón del barrio. Susana, la joven que se perdía entre las cuerdas de su violoncello, desplegaba su empeño en medio de las complicadas notas que intentaba domar. A diferencia de sus hermanos mayores, quienes se sumergían en la música con naturalidad, ella encontraba en el estudio una vía de expresión, un deseo fuerte de querer ser. Las risas de Sa

El cumplir, entrega 2, "Viejo pajero"

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 Por Claudio Sprejer Buenos Aires, la ciudad de contrastes y laberintos urbanos, se alzaba como el escenario contemporáneo de las tribulaciones de Alexei, nieto de Josef. Mientras pedaleaba con buena cadencia rumbo al banco, un poco miraba de reojo los edificios de tinte español de la Avenida de Mayo, y otro poco intentaba ordenar en su cabeza por enésima vez la cuenta de sus ahorros que él destinaría a aquellas deseadas vacaciones por los lagos del sur. Las luces titilantes de la oficina apenas lograban iluminar el oscuro rincón donde Alexei, sumido en sus tareas diarias, se enfrentaba a la tiranía disfrazada de superioridad. Su jefe, un hombre que destilaba arrogancia y crueldad con cada palabra, lo sometía a un maltrato psicológico que se alimentaba de una extraña dualidad. En un instante, podía despedazarlo con comentarios hirientes, y al siguiente, intentar envolverlo en una efímera capa de afecto manipulador. Esa mañana, mientras revisaba una importante cantidad de informes finan

El cumplir, entrega 1, "San Petersburgo"

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 Por Claudio Sprejer El ejército ruso del zar había sido demasiado para él, fundamentalmente porque Josef, con sus 18 años, no alcanzaba a comprender el porqué tenía que estar defendiendo a alguien que no hacía más que intentar matarlo de hambre, al menos como objetivo mínimo. Ya ni las cartas de la familia recibía. Había días en los cuales pensaba que seguramente las mismas fuerzas del uniforme pulcro e impecable que él mismo lucía, habrían arrasado con toda la aldea ya harto debilitada de comer todas las variantes posibles de papa y cebolla. Si al menos la aldea quedara más cerca de Odessa, hubieran podido comer la pesca del día, pero tan lejos de ahí no quedaba más remedio que hervir papas y que las bobes inventen todas las variantes de comida posibles, porque ni aceite para freír tenían. Al principio Josef se conformaba con no ser un Cosaco, porque “ los Cosacos eran los que salían a perseguir judíos por orden del Zar ”, le habían dicho. El uniforme le daba cierta prestancia, ciert

El permiso

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El permiso Por Claudio Sprejer  Vivir en sociedad  La culpa La norma El mar Las rocas  El sol Sentado acá, con tiempo, con el sonido del mar de fondo, se me ocurrió interpelarme con estas cuestiones y cosas que, al menos hasta el día de hoy, me vienen acompañando desde siempre. No sé cómo pensarlas, no sé cómo escribir algo que no se salga del cliché de miles, millones de textos anteriores.  Quisiera tener la habilidad de perder el orden. Agrego: El orden Lo único que se me ocurre volcar a mis palabras es, la enorme, inmensa, indescriptible angustia que me atraviesa en el mismo momento de verlas escritas, la contraposición entre un momento que, pensando en el sol y las rocas y el mar, debería ser de felicidad pero no logra serlo. Agrego: La felicidad  Bajo la vista y escribo, levanto la vista y tengo el mar, las olas, la espuma y la nada detrás.  Agrego: La nada. Cuál es el secreto para no tener que pedir permiso? A quién le pedimos permiso? Porqué lo pedimos? Quién dijo que eso está

Ser judío

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  Por Gastón Sprejer Cuando uno concurre a escuelas o instituciones judías desde chico naturaliza diferentes medidas de seguridad que atraviesa constantemente: pilotes en la vereda, revisión de bolsos, pedido de documentos, entre otras cosas. Son ya parte del paisaje y uno las pasa casi sin preguntarse. Particularmente yo nací después de los atentados de la Embajada de Israel y de la AMIA, crecí con esas medidas de seguridad. Los homenajes, los actos, los minutos de silencio siempre fueron parte de lo cotidiano. Hay algo del ser judío que está muy atravesado por la sensación de peligro. El año pasado participé de una charla con una hija de una sobreviviente de la Shoá que nos contó la historia de su familia. Una de las frases que más marcada me quedó fue cuando dijo que "los judíos tenemos que tener solamente dos hijos para que, cuando haya que salir corriendo, podamos agarrar a cada uno de la mano". Con este tipo de relatos fuimos creciendo, son parte de nuestra formación. C

Resonancia sonancia sonancia...

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Autor: Claudio F. Sprejer No pude dormir más pero, a diferencia de otra infinidad de veces, no me resistí. Me levanté y comencé mi ritual de café y Scrabel virtual, siempre suponiendo que armar palabras hace bien, que el cerebro de un viejo se ejercita. En realidad, presuponiendo, o confiando en algún artículo de ciencia barata o en algún reel pedorro de Instagram. Cada vez me pasa más que la gente (¿ o quizás yo mismo?) repite “ verdades ” de anónimos de Instagram con delirios de fama y canjes: “ entrenar con juegos de razonamiento lógico nos aleja del Alzheimer ”. De ese ritual de la vida en pandemia aún no me pude escapar, como tampoco pude hacerlo de la radio AM encendida después de que te vence el primer sueño y te atrapa con el primer despertar. Ese primer despertar atrae los pensamientos de la noche plagados de paranoias, miedos, broncas y rencores y, uno tibiamente pretende taparlo con la voz de un locutor que cuenta, casi invariablemente, malas noticias, porque este es un paí