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El permiso

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El permiso Por Claudio Sprejer  Vivir en sociedad  La culpa La norma El mar Las rocas  El sol Sentado acá, con tiempo, con el sonido del mar de fondo, se me ocurrió interpelarme con estas cuestiones y cosas que, al menos hasta el día de hoy, me vienen acompañando desde siempre. No sé cómo pensarlas, no sé cómo escribir algo que no se salga del cliché de miles, millones de textos anteriores.  Quisiera tener la habilidad de perder el orden. Agrego: El orden Lo único que se me ocurre volcar a mis palabras es, la enorme, inmensa, indescriptible angustia que me atraviesa en el mismo momento de verlas escritas, la contraposición entre un momento que, pensando en el sol y las rocas y el mar, debería ser de felicidad pero no logra serlo. Agrego: La felicidad  Bajo la vista y escribo, levanto la vista y tengo el mar, las olas, la espuma y la nada detrás.  Agrego: La nada. Cuál es el secreto para no tener que pedir permiso? A quién le pedimos permiso? Porqué lo pedimos? Quién dijo que eso está

Tel Aviv

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Por Claudio Sprejer Como si fuera hoy.   Tomo mi birome para zurdos (y no es menor esta mención) y decido escribir. Escribir porque estoy en un día de pleno sol en invierno (¿invierno?) de Tel Aviv. Estoy recostado en una reposera de cara a febo porque, al fin y al cabo, Grecia se encuentra casi enfrente, y, con el Mediterráneo aplacado, tranquilito, muy tranquilito a mi derecha. Tengo un termo de agua caliente y el mate a mi izquierda. Mi hija pone en su Spotify un tema de uno de esos grupos nuevos con nombres extraños ("Usted señálemelo", se llama). Ni lo conozco pero me suena a otros que ya escuché, de ritmo cansino, despacioso y calmo como el momento en el que estoy. La canción habla de agua como la del sonido del mar que estoy escuchando. Por un momento miro mis pies, baqueteados, ampollados de tanto caminar y entendiendo que ellos me agradecen el estar disfrutando de este airecito de mar. La arena es finita y limpia, veo a los señores pasando el rastrillo con el dete