Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Buenos Aires

El cumplir, entrega 6, "El guardapolvo"

Imagen
Por Claudio Sprejer  En el corazón de Barracas, Buenos Aires al sur, el conventillo que albergaba a la familia de Josef se veía inmerso en una realidad implacable. La conflictos de conducta de Josef habían dejado a Becky virtualmente sola, hipotéticamente a cargo de cinco hijos en medio de las deudas de juego generadas por la bohemia del pianista de orquesta que tocaba en los números vivos del cine de día con el mismo ahínco que se jugaba el dinero ganado en inútiles juegos de  póquer de noche. La ausencia de figuras de autoridad habían dejado a cada hijo en una búsqueda personal que tenía caminos azarosos no necesariamente rectos ni morales. Hilda, la primogénita de las mujeres, era varios años mayor que Susana, quien afrontaba su propia batalla en busca de la educación y la realización personal. La familia, marcada por cicatrices visibles de adultos que no lograban enterrar sus pasados sufrientes y que tampoco terminaban de adaptarse a la vida porteña, lidiaba con las adversidades c

El cumplir, entrega 5: El jefe

Imagen
 Por Claudio Sprejer En las sombras del atardecer, el jefe, inmerso en su entrenamiento meticuloso, trota en busca de algún récord que sólo él conoce. Mientras deja atrás edificios, plazas y aceras, lleva consigo una carga invisible, quizás algún suceso del pasado, o alguna culpa que teje las sombras de su personalidad. Cada repetición, cada ejercicio de elongación posterior al trote, parece una búsqueda de control desesperada, como si correr fuera a apaciguar la angustia que anida en las profundidades de su ser. En la mesa familiar, la obsesión por el control alimenticio adquiere nuevos matices que sólo él conoce. Sus precarias elecciones culinarias disfrazadas de un comer sano parecen una barricada contra la ansiedad, como si cada bocado fuera un intento de mitigar la misma sombra que lo persigue al trotar, o al elongar, o al ordenar esos cientos de archivos de su computadora del banco, esa sombra se cierne sobre su alma. El entorno, ajeno a este tormento silencioso, solo atisba la r

El cumplir, entrega 2, "Viejo pajero"

Imagen
 Por Claudio Sprejer Buenos Aires, la ciudad de contrastes y laberintos urbanos, se alzaba como el escenario contemporáneo de las tribulaciones de Alexei, nieto de Josef. Mientras pedaleaba con buena cadencia rumbo al banco, un poco miraba de reojo los edificios de tinte español de la Avenida de Mayo, y otro poco intentaba ordenar en su cabeza por enésima vez la cuenta de sus ahorros que él destinaría a aquellas deseadas vacaciones por los lagos del sur. Las luces titilantes de la oficina apenas lograban iluminar el oscuro rincón donde Alexei, sumido en sus tareas diarias, se enfrentaba a la tiranía disfrazada de superioridad. Su jefe, un hombre que destilaba arrogancia y crueldad con cada palabra, lo sometía a un maltrato psicológico que se alimentaba de una extraña dualidad. En un instante, podía despedazarlo con comentarios hirientes, y al siguiente, intentar envolverlo en una efímera capa de afecto manipulador. Esa mañana, mientras revisaba una importante cantidad de informes finan

Becky

Imagen
Por Claudio Sprejer Mi abuela Becky era inglesa, nacida en London decía ella. A su vez era hija de Rusos y llegada a Buenos Aires en 1904. Mi mamá tuvo siempre una relación muy conflictiva con ella y yo me crié escuchando relatos en donde mamá contaba que varias veces hubo que salir a tapar agujeros económicos generados por mis abuelos y recurrentes discusiones telefónicas entre ellas que me fueron dejando una imagen contradictoria de Becky. Por un lado a sus setenta y pico años parecía tener todavía un espíritu indomable pero por el otro me resonaban las historias de abandonos sistemáticos de hogar y las situaciones turbias en donde mi abuela era siempre protagonista. Yo no sé si la quería, pero estar con ella me divertía mucho más que estar con mi otra abuela. Becky se casó de muy joven con José, un pianista de varieté que se ganaba la vida tocando  como número vivo en los cines de la época. Según mi mamá relataba, lo que ganaba de día él se lo jugaba al póquer de noche,

Ladrones económicos

Imagen
Autor: Jerónimo Spre “No hay temas más o menos interesantes.  Lo que importa es el modo”.  M.S. La facultad siempre se encontraba repleta de alumnos. Nosotros estábamos ubicados en las filas del fondo, a una importante distancia del eje de la clase, era una intersección perfecta entre las ganas de escuchar y las de huir sin interrumpir. Económicas era un lugar raro, o yo me sentía raro allí. Gente por todos lados, gente en el baño, gente en el bar, gente en la puerta, en los ascensores, en los rincones, en las aulas, gente… Apurados, haciendo filas, esperando eventos, mirando relojes, cargados con libros pesados con olor a retórica inútil o con fórmulas matemáticas alejadas de su propia belleza, de la matemática sin intención, de la matemática por el placer de ser ella misma. Eso es. Económicas era una facultad repleta de gente con intención. Nada me conectaba con ese lugar salvo el mandato paterno, pero, al mismo tiempo me resultaba fácil ir porque las insípidas clases no reque

Un sastre

Imagen
Por Claudio F. Sprejer Soli, aún con una de sus tijeras en la mano y midiendo y cortando sus telas remarcadas con tiza, tenía preocupaciones relacionadas con sus hijos, que intentaba articular cual traje de alpaca inglesa. Cuando sus pensamientos se desbordaban él calmaba su ansiedad caminando ida y vuelta de punta a punta por el taller. Su hija mayor no le representaba un problema ya que estaba, felizmente para él y para su mujer Berta, unida en matrimonio con Isaac, un vendedor de carne kosher del Once, aunque le molestaba un poco que prácticamente nunca salieran del barrio, quizás alguna vez podrían llegar hasta la avenida Callao, pero jamás lo harían en Shabat, el día de descanso en el que a lo sumo caminarían juntos hasta la sinagoga de la calle Paso. El hijo del medio, en cambio, había caído en desgracia ya que había sido convocado al servicio militar. Eso significaba perder durante uno o dos años el ingreso por su trabajo como vendedor de casimires y obligaba a Soli a tener q

Club de rateros Olivos (un relato ochentoso)

Imagen
Por Claudio Sprejer  Había tenido un segundo año en el colegio bastante problemático con mis rateadas. Le tomé tanto el gusto a la cosa que, totalmente descontrolado llegué a tener veintitrés faltas y media cuando en mi casa sabían sólo de seis o siete; pero todo se detonó por algo totalmente imprevisto: me llevé Instrucción Cívica a marzo absurdamente por no asistir a clase de esa materia en el último bimestre.  Yo tenía la fantasía de que la profesora me iba a poner el cuatro que necesitaba porque sí, pero ella me calificó ausente como realmente correspondía. Absolutamente desesperado, al llegar diciembre escondí el boletín de notas (mis viejos ni sabían de la existencia del otro boletín de faltas, que firmaba yo sistemáticamente desde hacía ya bastante tiempo). Un hecho fortuito aceleró mi caída: un día fue a comprar al negocio de mi papá el secretario del colegio. Mi viejo entonces, aprovechó la oportunidad, se presentó luego de indagar un poco y, finalmente, le contó acerca