Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Marcelo Crisafio

La chica de enfrente

Imagen
Por Marcelo Crisafio Me enamoré de ella una madrugada de verano. Salió en ropa interior a su balcón y regó las plantas. Un gato blanco se le enredaba entre las piernas y una leve brisa movía su cabellera negra. Si fuera una película la escena habría tenido música de violines y si la peli fuera yanqui la habrían filmado en cámara lenta con un primer plano de la gota de sudor que se escurría por su cuello. Pero no. El movimiento era natural, nomás. Yo la imaginaba con ojos verdes y comprobé mi intuición unos meses después cuando me la crucé de cerca. Sin embargo esa primera vez no fue su figura -que por cierto era hermosa- sino su femineidad lo que me cautivó. Sus movimientos denotaban el amor que tenía por las plantitas y por el gatito al que mecía como un bebé. Luego de acariciarlo y besarlo con ternura se apoyó en la baranda. Puso la pera entre las palmas de sus manos y se formó como una delta griega. Sus pechos se le acurrucaron entre los brazos que eran un espectáculo.

Etimología de "escuela"

Imagen
Por Marcelo Crisafio ¿Sabe usted qué hacía Catón el Viejo cuando tenía tiempo libre? Tomaba su arado y se iba a trabajar en sus campos. Por supuesto que tenía esclavos para que hicieran esa tarea pero ocurre que la idea de “ocio”, para los romanos, era muy diferente de la que tenemos hoy. Es conocido que la palabra “negocio” proviene del latín nec + otium; esto es, el “no ocio”. El negocio es lo que un latino hace para comer, para ganarse la vida y no lo entiende como trabajo, por lo menos no en el sentido que le damos nosotros hoy.  Laborare  u  operare  (trabajar) es una tarea que conlleva un esfuerzo, que se hace porque es necesaria y útil y no implica necesariamente ganar dinero; e incluso se aprovecha el momento de ocio para hacer labores placenteras. Algunas de ellas pueden ser leer, practicar una actividad artística o -como Catón- dedicarse a la agricultura ya que, según él mismo lo expresa, “ agricultura magistra vitae est ” (la agricultura es maestra de vida). El momento d

Rumbo al futuro

Imagen
por Marcelo Crisafio “ A usted hay que matarlo de chiquito como a los cocodrilos ”, me dijo Santoro.  Yo le había entregado mi boceto para el logo del colegio. Era una especie de camino en el cielo y, clavadito en una nube, un cartel que decía “Rumbo al futuro”. Ridículo. Y mal dibujado. Apenas un poco mejor que los dibujitos que hacía en jardín de infantes. Sin embargo había hecho mi mejor esfuerzo porque quería que Santoro se enterara que yo era un pibe sensible, al que le interesaba el arte, al que le encantaba escuchar sus explicaciones sobre los grandes genios de la pintura, la escultura y la arquitectura. Quería que supiera que disfrutaba las salidas didácticas a los museos y que era el único que leía todos los cartelitos que había al lado de las obras y, además, tomaba apuntes tal como él pedía. Aunque al final nunca los usaba y nadie se enteraba que los había tomado.      Los minutos previos a la entrega había fantaseado con que escucharía atentamente mi idea sobr