Cincuenta y pico
Por Claudio Sprejer Iósele, ya llegando a su casa, desplegó una tormenta de TOCs: espió por última vez su celular en la entrada, sintió el olor en los dedos de su mano derecha mientras con la izquierda sacó el llavero del bolsillo ajustado del jean que le recordó cierta incomodidad con sus kilos de más combinadas con el agujero en la tela interior del bolsillo que triplicaba la dificultad para sacar las llaves. La noche estaba húmeda y oscura, y la presbicia de Iósele hacía rato que no le permitía ver claramente de cerca, así que tardó unos segundos en encontrar con la confusión de su propia torpeza dentro del manojo la llave correcta y a su vez demoró otros nuevos segundos para acertar el lado indicado de la llave y el orificio de la cerradura evitando que el elemento se torciera dentro del viejo tambor que nunca reparaba. En el exacto momento en que el duelo personal con su incipiente vejez hubo de derrotar a las llaves, Iósele recordó no haber bajado las cosas del auto, por lo cu