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Mostrando entradas de septiembre, 2018

Remembranzo y su hipercófides

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Autor, Jerónimo Spre Cierto día, Remembranzo se dijo a sí mismo cual novela culebrón:          "Ya puedo hacerlo, ya estoy capacitado."  Era algo que venía observando desde hace mucho tiempo, pero que últimamente le despertaba cierta ansiedad. El aburrimiento que le producía aquella clase de historia, hizo que se precipitaran los hechos. Pidió permiso para ir al baño.        "Vaya", dijo la profesora un tanto disgustada por la interrupción. El baño del colegio quedaba al final del largo balcón del primer piso que daba al enorme patio. Cuando entró había un pibe de quinto fumando. Sintió tanto estremecimiento como admiración por la imagen del humo que salía potente de la boca del alumno, para luego suavizarse con el aire.       - No vayas a decir nada porque te cago a trompadas, dijo el chico mirándolo fijo. Entonces Remembranzo bajó la vista y se metió rápidamente en una de las letrinas. Intentó no mirar pero miró, el fondo era una mugre, la pare

La curiosidad

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por Yael Gutman Cinco años de apadrinar escuelas por el país, cinco años de apoyo escolar en el comedor "Padre Mugica" de la Villa 31, tres años de educación no formal como coordinadora de niños en un club, cinco años de dar clases particulares y voy para los doce años de docencia en escuela media en el área de Lengua y Literatura. ¿Cómo elegir una historia de escuela entre tanta experiencia dispar, disímil, variada, contradictoria que no es más que mi historia. Tal vez el problema resida en el nombre, esa nomenclatura que nos envuelve en un mito personal para el que hay que estar a la altura o ser ciegos a los significados.  El apellido materno, oculto para mi generación que lo relegaba al masculino, voz impuesta en el pasado por una sociedad de familia tipo patriarcal, es el apellido que porto en secreto pero que le dio luz a mi vida laboral y pública -porque todos los docentes somos figuras públicas-. Un apellido que desde la sombra marcó lo que debía ser, ese debe

¿Se puede saber de qué se ríen?

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Por Gastón Waisgold — ¡¿SE PUEDE SABER DE QUÉ SE RÍEN?! — nos gritó furiosa la seño Roxana dejando al grado en un silencio ensordecedor y terminante. Entre Fico y yo intentamos balbucear mil excusas impotentes. Más silencio estridente. — ¿Por qué no lo cuentan en voz alta así nos reímos todos? — insistió. — Le estaba leyendo un cuentito que me llegó, pero no... — Leelo para todos o se van a la dirección — interrumpió con enojo. La cena estaba servida: amenaza de plato principal, sonrisa irónica de guarnición. Fico me devolvió una mirada de pánico con un asentimiento inseguro. Volví a agarrar la Netbook y no me quedó otra que empezar a leer: « — ¿Se puede saber de qué se ríen? — dijo el profe Cristian con una sonrisa divertida. » Hice un alto y levanté la cabeza. Roxana, confundida, abría y cerraba la boca sin emitir sonido alguno. El resto del curso se debatía intermitentemente entre la sonrisa y el asombro. Reanudé la lectura: « — Nos queremos reír todos y todas